Desde que el viernes se conoció el texto de la reforma laboral aprobado
por el Consejo de Ministros, esta es la frase que más he escuchado entre
la gente de mi entorno. ¡A la puta calle...!, allí es a donde nos lleva
esta reforma laboral.
Desnudos, desarbolados, si derechos, sin trabajo y amordazados, así
estaremos a poco que sigamos sin dar un golpe sobre la mesa y salgamos a
defender lo que ya deberíamos haber defendido a sangre y fuego hace
mucho tiempo.
¡A la puta calle...!, ahí iremos a parar
los sufridos trabajadores tras la enésima reforma laboral. Esta última
particularmente agresiva con los ciudadanos, se nos han meado encima. A
los trabajadores nos han despojado de un plumazo, o tal vez debería de
decir de “un cartazo”, por venir de quienes viene y bajo que medio, de
los pocos derechos laborales que aún se mantenían del anterior gobierno
socialista.
Un trabajo al que debemos reconocer que Zapatero se
dedicó con ahínco, allanando el camino para lo que después Mariano Rajoy
en nombre de los mercados y de esos siniestros grupos que manejan los
hilos de la economía y la política en Europa o tal vez incluso en el
mundo, han decidido hacer con nuestro país.
Este viernes ha sido un
día funesto y negro, un día que no deberemos olvidar, un día para la
ignominia en el que por fin hemos conocido de la aviesa y amenazadora
reforma laboral que se nos venía anunciando como calculada maniobra para
reducir los últimos
bastiones, maniatarnos, amordazarnos y dejarnos prestos para el mayor
de los sacrificios en aras de un bien económico superior para patronos,
bancos y la más rancia de las derechas.
¡Es el neoliberalismo puro y duro, idiotas! nos han dicho y nosotros pasmados, asustados y confusos aun no hemos reaccionado.
Desde
el viernes, este país pasa a formar parte, por si había alguna duda, de
la lista de los intervenidos. Ya formamos parte de esa lista de países
ruinosos, cadavéricos, en los que los derechos laborales son pura
entelequia.
Triste ranking el nuestro, formamos parte del impúdico
grupo de países a los que sus gobiernos han condenado a la ruina más
total y absoluta. Los trabajadores españoles han quedado desnudos y
desamparado ante un poder patronal en alza y pujante. Ni los sindicatos
con sus eternas negociaciones con la patronal, ni los trabajadores
acojonados por el porvenir, hemos sido capaces de unirnos en “una
marea negra” que cual tsumani se llevara por delante tanta desvergüenza
y tanto mamoneo de la patronal y de los sucesivos gobiernos.
La
ración de ricino del viernes tardaremos años en digerirla, la purga ha
sido enorme. Las consecuencias están ahí, a la vuelta de la esquina: más
paro, salarios míseros, desregulación, nula negociación sindical,
aumento de las horas de trabajo, despidos con indemnizaciones de 20 días
por año trabajado hasta un total de doce. Paso a las ETTs para que sean
las que provean de trabajadores a las empresas con la consiguiente
desaparición de los INEMs y lo que es verdaderamente preocupante, se
deja en manos de los patronos el destino de los trabajadores, quienes
sin derecho a negociación, ni a huelga, pasaremos a ser los esclavos del
siglo XXI.
Y todo gracias no solo al PP sino al PSOE quien durante
los cuatro últimos años ha hecho el más deleznable de los trabajos, el
de la derecha más radical y
bastarda que cabía esperar. Una política la del PP que tiene cara y
nombre, la de los ministros de economía, trabajo, empleo, justicia,
interior y vicepresidencia. Y también rostro, especialmente el dos
mujeres, la vicepresidenta Saez de Santamaria y la ministra de empleo
Fátima Báñez, quienes sin despeinarse esos mega guays tupes con los que
se adornan, han adoptado el papel de “machos alfas de la manada”,
utilizando los modos, recursos y usos más machistas de sus compañeros de
partido. Cuarenta años de lucha por los derechos de la mujer, por el
reconocimiento de nuestro papel en la sociedad, tirados por la borda, en
aras de demostrar que a la hora de gobernar, las mujeres para que sean
reconocidas, deben ser más odiosas que sus compañeros.
Si después
todo esto la izquierda de este país no es capaz, por fin, de salir a la
calle, hacer tambalear a este gobierno, sino damos una señal de fuerza,
tendrá sentido la frase: ¡Es el
neoliberalismo puro y duro, idiotas!
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