jueves, 22 de septiembre de 2011

LA INCOMPRENDIDA FILANTROPÍA DE F.C.C.



Esther Koplowitz es vicepresidenta primera, miembro del Consejo y principal accionista de FCC (Fomento de Construcciones y Contratas, S.A.). Sus actividades empresariales se desarrollan en 42 países, cuenta con más de 92.000 empleados y tiene un volumen de negocio que supera los 12.500 millones de euros.
La señora Koplowitz es también la mayor benefactora de la Fundación que lleva su nombre dedicada, según su definición, a socorrer a los excluidos sociales entre otras actividades varias.
Ahora, doña Esther, tiene diez excluidos más que sumar a su obra gracias a la política laboral de su propio holding. Hablamos de los diez miembros del Comité de Empresa del servicio de parques y jardines de la capital zaragozana. Su despido es la humanitaria respuesta de la corporación a las reivindicaciones de los sindicalistas.
Sería un grave error valorar estos hechos como una reacción fascista, represora y anti-democrática. Lo que ocurre es que a la menor de las Koplowitz le sabe a poco el número de desfavorecidos a los que pretende ayudar y ha decidido fabricar más por cuenta propia.
Como todos los grandes benefactores de la humanidad debe padecer la incomprensión de quienes no alcanzan a entender sus estrategias. Ya saben, los clásicos toca-pelotas que reclaman libertad sindical, dignidad y derechos laborales sin considerar que lo único que pueden solicitar es la caridad que esta excelsa dama quiera prestarles.

Menos mal que desde el Ayuntamiento de Zaragoza, el Partido Socialista apoya a la altruista visionaria y no opone resistencia al descabeche de los insolentes obreros. ¿Es que los despedidos no entienden que están llamados a formar parte de un proyecto mayor? Porque resulta meridiano que para que los filántropos multimillonarios sigan practicando buenas obras el número de pobres tiene que aumentar.
Solo tengo una duda. Puesto que la Fundación de doña Esther también se dedica a la investigación de enfermedades prevalentes en el el suelo patrio, ¿podría ser su próximo paso inocular un abanico de virus entre la población para satisfacer así sus generosas inversiones curativas? Tiempo al tiempo

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