Tengo para mí que Francisco Camps, hasta ayer President de la Comunitat Valenciana, ha presentado su dimisión sin entender muy bien como había llegado hasta esa situación. A primera vista parece imbuido de un espíritu de sacrificio y amor a su causa, la del Partido Popular, que le hace capaz de entregar su alma, su carrera y su futuro para mayor gloria de su jefe, Mariano Rajoy. Pero tras esa máscara de sumisión y esa sonrisa beatífica, hay un tipo frió y calculador, que ha echado cuentas y tras dejar su cargo, esperará a que escampe todo el tema del caso “Gürtel” y como un Cesar que hubiera perdido los apoyos políticos, condenado al ostracismo, volver a la vida política y recuperar aquello que considera que es suyo por derecho divino.
Tras escuchar sus palabras de despedida, entre muecas y sonrisas nerviosas que delataban su incomodidad y furia mal contenida, Camps, ese “Juan sin miedo” de la política abandona la escena como “un servicio a España, a mi presidente Mariano Rajoy y a mi partido”. Todo su discurso estuvo trufado de esas frases grandilocuentes y jactanciosas que le han hecho famoso a lo largo de los años y que reflejan su personalidad y pasado político de gobernante mentiroso, adulador y meapilas que presume de estar siempre al servicio de su partido y de su Presidente, Mariano Rajoy.
El President ya no es President, pero como el visir Iznogoud, aquel personaje de los cómics de René Goscinny, que a toda costa quería ser “califa en lugar del califa”, Camps va a seguir trabajando en la sombra. Sabe que ahora deberá sentarse en el banquillo por el caso de los trajes, pero eso es un pecadillo venial en alguien que piensa que esta llamado a ocupar altos cargos dentro de su partido. Su ambición no tiene límites y pasado un tiempo no muy largo, renacerá de sus cenizas y aspirará a lo que verdaderamente ansía, la presidencia del partido y porque no la del Estado.
Él lo sabe, su destino le viene dado por sus férreas convicciones religiosas y políticas y por ese respaldo de los valencianos que en palabras suyas hizo que fuera "el candidato más respaldado de la historia de las democracias occidentales”, ahí es nada. Nada ni nadie parecen inquietarlo, se cree inocente, y por ello si llega el caso se sentará en el banquillo cual mártir para ofrecerse al sacrificio y renacer purificado y ungido como nuevo adalid de la derecha.
Un regalo envenenado este de la dimisión que obliga a Mariano Rajoy a salir a defenderlo. No le gustan mucho estas salidas al líder del PP, que cuando tiene problemas en el partido, prefiere que las cosas se resuelvan por si solas sin necesidad de intervenir. Ahora tendrá que medir mejor sus fuerzas pues quien le proporcionó miles de votos en Valencia, ya no esta al mando.
Ya veremos que hace su sucesor, el hasta ahora alcalde de Castellón, Alberto Fabra. Un apellido éste que pone los pelos de punta a más de uno, aunque no tenga relación familiar con el ex presidente de la Diputación Provincial, Carlos Fabra.
Dejamos pues a Camps rumiando “su heroico acto”, ahora ya libre de las ataduras del cargo se dedicará a defenderse de las acusaciones por prevaricación y cohecho impropio en el “caso de los trajes”, una pieza separada de la Gürtel. Un nuevo actor que hasta ahora se había mantenido discretamente en la sombra aparece en escena, Alberto Fabra. La duda es si como parece es más de lo mismo o como ya sucedió con Eduardo Zaplana y Francisco Camps, el sucesor se come al mentor, relegándolo al ostracismo y al olvido.
GENIAL LA COMPARACIÓN CON IZNOGUD, DE HECHO IZNOGUD PODRIA SER LA SUMA DE CAMPS + EL BIGOTES....
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