Foto: Primo Romero
Siempre he tratado de educar a mis hijos para que fueran felices y aprendieran a pensar con el corazón. Puede parecer un plan poco ambicioso que además les conduzca a tener un futuro incierto. Seguramente sería más práctico haberles inculcado otros valores en auge como la competitividad o la importancia de la apariencia para medrar convenientemente en sociedad.
O aconsejarles que opositaran para conseguir un empleo estable a cargo del estado. Como policía, por ejemplo.
Pero mi instinto lobuno se inclinó por criar seres humanos libres, respetuosos y solidarios con el prójimo. Actualmente, ellos son mis mejores instructores en cuestiones de compromiso y coherencia.
Por eso, con un criterio equivocado o no, uno de ellos formaba parte de los jóvenes que se resistieron pacíficamente, sentados en la puerta y sin ejercer ningún tipo de violencia, al desalojo del edificio ocupado en la calle Lagasca de Zaragoza. "El Paraguas", que se constituyó como sede del 15-M en la ciudad, puso el dedo en la llaga.
Con la propiedad privada hemos topado. Y mucho más si la propiedad es de un banco como La Caixa. De nada ha servido que el edificio llevara lustros abandonado y que los muchachos lo hayan saneado y desratizado. Ni que su pretensión al ocuparlo fuera la de acomodar las viviendas para que se destinaran a realojar familias desahuciadas a cambio de una renta baja de alquiler.
La imagen que se quiere dar de ellos es la de unos anti-sistema inadaptados que se adueñan de algo que no es suyo. En realidad, piensan y actúan con un alto criterio de justicia social. Son más valientes y consecuentes que nosotros, aun cuando se equivocan, y asumen las consecuencias.
Por eso, cuando fuí a buscar a mi hijo al hospital donde le mandó la actuación policial y vi las marcas de los golpes que había recibido no sentí ira. Al contrario, una oleada de orgullo me recorrió al topar con su sonrisa amable destinada a tranquilizarme. Los golpes no pudieron quebrarle la dulzura ni la determinación.
Tampoco han hecho mella en su naturaleza no violenta ni en la intuición de que cambiar la realidad que nos ofende debe hacerse por la vía de la paz. Yo hubiera deseado que el camino de mis hijos estuviera sembrado de abrazos pero no puedo protegerles de todos los palos y emboscadas que les prepara la vida. Episodios como éste, en los que golpe a golpe tratarán de arrebatarles la esperanza.
Pero cuando miro dentro de sus ojos, veo el nuevo mundo que ya se está fraguando a pesar de toda la brutalidad con la que quieren someterlo.
Y me siento feliz.
Ana Cuevas
Frente a la brutalidad, el mejor antídoto, y el más valiente, es la dulzura y la esperanza. Me alegro por ese nuevo mundo que se fragua en el fondo de los ojos y por esa persona que lo acompaña con palabras tan dulces como las que has escrito
ResponderEliminarPaco
Como dice Ana tener hijos como los suyos es para sentirse orgullosa. Aquellos que los conocemos sabemos de su comportamiento pacífico y no violento. Anima saber que ante el despliegue de la policía y su barbara intervención Nacho y los congregados solo ofrecieran una actitud pacífica y sus cuerpos, que a la postre fueron utilizados como saco de entrenamiento en el que descargar su ira y frustración.
ResponderEliminar¡Qué estúpidos!, obedecen a su amo sin cuestionarse lo que hacen,cuanto me recuerdan a la policía franquista. No piensan que más pronto que tarde ellos tambien sufriran las mismas consecuencias.
Ya vi la foto de Nacho en el periodico, dale un abrazo muy grande de mi parte,.Primero senti mucha rabia pero luego un gran sentimiento de orgullo por ser vuestro amigo se impuso a todo.Besos
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