miércoles, 15 de junio de 2011

EL DIFICIL CAMINO DEL RETORNO A CASA



Cuando uno de tus amigos de más allá de nuestras fronteras te anuncia que tira la toalla, que se vuelve a casa, piensas que muchas cosas no están funcionando en esta sociedad del primer mundo.

Es la crisis te dices, esa que a todos nos afecta. Sus efectos son devastadores: Hace que a unos les rebajen los sueldos, en negociaciones draconianas, dejándolos en cifras que ni de lejos van mucho más allá de los mil euros; otros ven desaparecer sus empresas en un mar de ERES y los más desfavorecidos, pierden su empleo y después su casa al no poder hacer frente a las hipotecas abusivas en las que nos embarcaron los bancos. Entre estos últimos están muchos inmigrantes, aquellos que vinieron buscando un mundo mejor en el que vivir y prosperar. Ahora esa crisis les obliga a regresar a sus países igual que llegaron, sin nada y con la triste certeza de que los sueños casi nunca se cumplen.

La ciudad de Zaragoza, tras los fastos de la Expo del 2008, acosada por la crisis y el estallido de la burbuja inmobiliaria, lleva varios años intentando hacer frente a los millonarios y desfasados gastos que aquella costó, a la imposible acomodación y venta de terrenos y edificios emblemáticos que se dijo que había que hacer para “poner Zaragoza en el mapa” y a tasas de paro que alcanzan ya a más de 17% de la población activa.

De esa población activa que una vez tuvo trabajo, un número importante lo engrosan los miles de ciudadanos extranjeros que llegaron a Zaragoza en época de bonanza y ahora con la crisis lo han perdido todo. Y no solo nutren esa estadística, también la de desahucios por impago de hipotecas. La una es consecuencia de la otra. La estadística dice que estos años atrás se han ejecutado una media de 25 semanales, dejando en la calle a familias sin recursos, sin techo y lo que es peor con una deuda que la casa no cubre ni de lejos.

Ante la desesperación que esta situación produce, no extraña que muchos decidan volverse a sus países, rotos los sueños, vacíos los bolsillos y con la vergüenza de tener que explicar su fracaso.

Es la crisis, volveremos a decirnos. Es empezar otra vez de cero, cerrar tu casa, intentar olvidarte de tus sueños. Pero para algunos de ellos, acabar con el miedo y la angustia que les produce esta pesadilla, supondrá además hacer miles de kilómetros de vuelta a la pobreza.

Habrá quien piense que es la mejor solución, algunos incluso puede que se alegren de su marcha, pero para otros su despedida produce dolor y el convencimiento de que su fracaso es también el nuestro.









1 comentario:

  1. Este artículo me parece muy claro y rotundo. Es de José Luis Trasobares, de su columna en el Periódico de Aragón "El Independiente".

    ResponderEliminar