domingo, 6 de noviembre de 2011
EN MEDIO DE LA SANGRE
Vivimos en el núcleo de una guerra donde las víctimas permanecen sumergidas en el vórtice de la desesperanza. Intentan bracear en un río de sangre que respiran y entra por sus bocas. Inunda sus pulmones. Asfixia el valeroso latir de aquellos corazones que luchan por bombear tanta injusticia. Por sobrevivir a las púrpuras mareas. Pero solo consiguen reventarse las arterias. Y sus cuerpos inertes emergen para engrosar las cifras de las estadísticas de los millones de ahogados en la sangrienta avenida que conforma el desempleo. Algunos, exhaustos por intentar nadar contra corriente durante demasiado tiempo, se abandonan al rojo flujo que susurra que no me merece la pena resistirse. Que ya no son seres humanos. Que han perdido el derecho a ser felices y soñar con un futuro. Que son los caidos necesarios para mayor gloria de una super-raza que brinda con sus copas de bohemia por la consolidación de un mundo criminal al servicio de unos carroñeros intereses. Inundado por la sangre de los inocentes. Cubierto por un oceano de hemoglobina obrera en el que se abran paso las quillas de sus flamantes yates.
En medio de la sangre, reconocemos los rostros de nuestros seres queridos. Hermanos, hijos, padres a los que tendemos la mano para evitar que se hundan en el sanguinolento oleaje de codicia que agitan los asesinos financieros. Les practicamos el beso de la vida tratando de absorber la muerte carmesí que les extermina.
Llenando nuestros buches, rebosantes los labios de tanta amada sangre, para escupirla a la cara de los mercenarios. Para señalarles con la cainita marca de los depredadores que devoran a su propia especie por un botín sangriento.
Para que también escuchen nuestro alarido de guerra, en medio de la sangre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario