viernes, 5 de agosto de 2011
MATAR AL SOL
¡Viva la muerte! Esta era la máxima de Millán-Astray, el recuperado ahora como hijo predilecto de La Coruña. Por su boca salieron en el año 36 estas proféticas palabras:
El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en carne viva y sana como un frío bisturí. La carne sana es la tierra, la enferma su gente. El fascismo y el ejército arrancarán a la gente para restaurar en la tierra el sagrado reino nacional…
Y así fue. Un eficaz exterminio para la mayor gloria de dios y de España. De esa España fascista que reprimió a sangre y fuego la resistencia y consiguió mantener en el limbo ideológico a las generaciones posteriores. La violencia es un poderoso revulsivo, el criminal militar lo sabía. Como lo saben los herederos de su negro legado.
Esa jauría que pide ahora mano dura contra los indignados de la Plaza del Sol y celebra cada palo, cada brecha abierta en las frentes despejadas de temores de nuestra juventud más valerosa. Es otro fascismo global el que nos amenaza. La dictadura del capital tiene sus propios vocales pero, como Millán-Astray en el pasado, solicitan un frío bisturí que seccione lo que ellos consideran la carne enferma de la gente.
Quieren matar al Sol porque son esbirros de las sombras. Confunden la lúcida determinación del 15-M con una epidemia peligrosa a la que hay que combatir con contundencia.
No andan escasos de razones para su inquietud. La filosofía del movimiento que denostan es un virus que se extiende. Pero lo hace por el lado de la luz esclareciendo los siniestros negocios que asesinan al planeta y asfixian la vida de millones de personas.
Las muchachas y muchachos que alzan sus manos contra la injusticia social son hijos del sol. Sus corazones son rayos impregnados de esperanza. Aman la vida y defienden una existencia digna para todos. Son lo más sano que han parido las tierras de esta España y matar su pasión será muy trabajoso.
Aunque desempolven la memoria de los genocidas de la historia, les resultará complicado tapar el sol a hostias.
Ana Cuevas
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