martes, 12 de junio de 2012

NO ES CRISIS, ES CAPITALISMO

Os paso un artículo muy interesante del alcalde de Berriozar (Navarra) de Aralar Bai que me ha gustado mucho.


"ASÍ reza un eslogan que se corea estos días en las manifestaciones contra los recortes sociales. Una expresión clara y precisa que sitúa el problema en su justo término. Porque, que haya crisis dentro del sistema capitalista no es nuevo, las ha habido siempre -y muy gordas-: en el 29 con el crack bursátil de Nueva York, en los 70 con la llamada crisis del petróleo, y la de ahora, alias crisis del ladrillo, crisis financiera, etcétera. Todas ellas son crisis intrasistémicas, intrínsecas a la dinámica del capitalismo, que las necesita para corregirse periódicamente de sus excesos, para recomponerse y dar paso a nuevos ciclos, pero que en ningún caso alteran su lógica. Esa lógica perversa de privatización de los medios de producción y, por ende, de la riqueza; esa lógica de desigualdad que se quiere justificar apelando a la libertad individual (como si generar pobreza nos hiciera libres); esa lógica de desarrollismo -entiéndase el término en su acepción más liberal, como teoría que defiende el aumento constante de la producción y del consumo como principio dinamizador de la economía-. El eslogan nos pone sobre aviso y nos hace ver que las fuerzas conservadoras dirigentes pretenden enfocar la salida a esta crisis intentando superar la fase de recesión para comenzar un nuevo ciclo y volver lo más pronto posible a la fase de expansión, en la que las clases adineradas de los países explotadores del norte se encuentran mucho más cómodas porque pueden seguir expoliando al sur y generando pobreza social y destrucción medioambiental aquí y allá.
Desde esta perspectiva neoconservadora el reto consiste en reducir déficits y recortar gasto público, pero no por afán de ahorrar recursos o de redistribuir la riqueza, sino para generar confianza en los mercados y que la inversión vuelva a fluir por los cauces bajo su control, para poder así continuar jugando al mismo juego. Este, y no otro, es el objetivo de la señora Merkel y sus colegas del G-8 y, por obediencia debida, el del señor Rajoy y su siempre fiel Gobierno de Navarra. A nadie se le escapa que las medidas que están tomando estos dirigentes políticos en los últimos meses van encaminadas exclusivamente al objetivo de salvar el sistema a cualquier precio. Es la vieja idea de representar que cambiamos algo para justificar en realidad que nada cambie. Aunque sí, algo sí parece que va a cambiar, ya que con la excusa de la crisis han empezado a desguazar sin complejos lo que conocíamos bajo el nombre de Estado del bienestar; coartada necesaria hasta ahora para justificar con pequeñas concesiones un estado generalizado de desigualdad. El futuro, para estos dirigentes, es que no haya otro futuro, es decir, que no haya alternativa a un sistema en el que una minoría de patricios vive en un estado de opulencia material y consumo que agota los recursos naturales, que genera pobreza en la mayoría de la humanidad y que se sustenta por la imposición - mediante el uso de la fuerza policial- de la injusticia y la desigualdad como principios sociales reales (eso sí, bien maquillados), mientras se repudia la participación ciudadana en las decisiones políticas de calado.
Sin embargo, no todo el panorama es tan desértico como pudiera parecer a simple vista. Sin crear falsas expectativas ni perdernos en cándidos optimismos, se puede empezar a percibir una respuesta policromática e incipiente a este neoliberalismo puro y duro. Algo que, aún sin concreción, llegará algún día a convertirse en un planteamiento de sistema alternativo. Cuando se grita que esto no es crisis sino capitalismo, lo que se está diciendo implícitamente es que un planteamiento como el que nos ofrece el poder actual no supone ninguna corrección real, por lo que hay que acabar con él y sustituirlo por un tipo de planificación económica diferente, sustentada en otros principios políticos y otros valores éticos; una propuesta más allá del productivismo, del consumismo, de la destrucción medioambiental, de la desigualdad social y del enriquecimiento material del individuo, es decir, el grito reivindica la necesidad de construir una alternativa social capaz de hacer frente a esa ley de la selva que constituye el capitalismo.
Hay muchas personas que cuando se manifiestan en contra de los recortes, cuando piden democracia real, cuando denuncian la injusticia de una reforma laboral despiadada… no lo hacen porque quieran reclamar privilegios por encima de los demás, ni por sumarse a una clase de elegidos que es feliz por estar en el bloque alto de una pirámide de desiguales, sino porque están dispuestas a empezar a cambiar las cosas desde abajo.
Al mismo tiempo, podemos observar que crece la demanda de participación y la movilización ciudadana aunque, eso sí, sea casi exclusivamente de protesta. Es una seña de que esta democracia mediocre que no constituye más que el sostén político del modelo capitalista en el que vivimos, empieza también a ser cuestionada.
En realidad, los verdaderos brotes verdes de nuestra sociedad lo constituye constatar que no son pocas las personas que a raíz de la crisis están empezando a mirar más allá de su situación estrictamente personal y consideran que hay que cambiar la economía para conseguir la redistribución de la riqueza con criterios de justicia. Personas que están dispuestas a compartir el trabajo aunque cobren menos, que quieren esforzarse por consumir menos para que haya para todos, que -dicho más llanamente- entienden que sustituir el shopping por el paseo o el cultivo de la huerta les va a hacer más felices, aunque no se lo vendan así. Más allá de expresiones líricas, lo importante es que hay personas -incluso algunos políticos- que empezamos a ser conscientes del profundo calado y el potencial que tienen todas estas movilizaciones y nuevos planteamientos en contra del sistema económico actual. Todavía, desde luego, queda mucho campo por labrar, pero gritar que esto no es crisis, que es capitalismo, no es un mal comienzo."

Incordio ergo Sum.

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