domingo, 12 de junio de 2011

¿Y SI DIOS FUERA DE IZQUIERDAS?





ANA CUEVAS
 
Los designios de dios son inescrutables. El propio dios debe serlo, a los hechos me remito, cuando permite una alianza entre uno de sus más devotos siervos y un hatajo de ateos e irreverentes políticos de izquierdas para constituir el ayuntamiento de Zaragoza. ¿Cuál es la naturaleza del plan divino para la capital aragonesa? ¿Cómo es posible que haya desairado los ruegos del alcalde, presuntamente socialista, que le solicitaba ayuda para no tener que gobernar de la mano de esta caterva de rojeras?
Yo tengo una teoría: Imaginemos que dios existe y que, ¡oh sorpresa!, en contra de lo que mantiene el fascio carpetovetónico no milita en la derecha. Supongamos que el Supremo Hacedor es fiel a la doctrina que predicaba su vástago y le ponen más los pobres que los ricos, reniega de los fastos y boatos de la imaginería católica y le indigna la injusticia con la que se administra nuestro miserable mundo. De ser así, resultaría comprensible su respuesta a las plegarias de Belloch. En primer lugar por su impostura. Por representar los valores socialistas invocando un contubernio con sus detractores. Algo que lo retrata nítidamente como un tipo situado a la diestra ideológica aunque poco diestro para las simulaciones.
En siguiente lugar por coherencia. Si mi descabellada hipótesis de que dios es de izquierdas fuera cierta, habrá insuflado su inspiración entre los votantes zaragozanos para castigar la blasfemia del jefe del Consistorio. Asqueado quizás por la frivolidad con la que Juan Alberto se toma su nombre en vano, una y otra vez, escudándose en un credo manipulado para beneficiar siempre a los poderosos en detrimento de los más necesitados. Encolerizado por verle usar la cruz y el incensario para su gloria personal y comportarse como un vulgar usurpador de las credenciales celestiales para medrar políticamente. ¿Acaso ignoraba Belloch que el reino de dios no es de este mundo?
Pero parece que el alcalde va entendiendo el mensaje del altísimo. Ha visto la luz y los resultados de las urnas simultáneamente. Empieza a admitir que su programa de expansión urbana y eventos faraónicos pudo ser un error. Si quiere mantener el sillón que tanto ama, debe convertirse al culto que procesan sus nuevos socios. Ahora habla de asentar los planes realizados  y de centrarse en desarrollar iniciativas que aporten mayor rentabilidad social. Entiende que el único pacto natural posible de los socialistas debe ser con las izquierdas. Asume su culpa y se prepara para una legislatura conflictiva, casi malabar, entre los nuevos aliados y una oposición política rampante y beligerosa.
El Señor nos pone a menudo duras pruebas, debía pensar Belloch mientras se preparaba para la sesión de investidura con el clamor de fondo de los indignados de la Plaza del Pilar.
En el caso de que dios exista, y se identifique más con los oprimidos y desheredados de la tierra, puede que su voz se escuche entre las de los acampados insurgentes que se manifiestan por una democracia real. Es posible que su grito sea el mismo del de un pueblo que dice: ¡basta ya! a la corrupción e inmoralidad de una clase política que no nos representa y que sirve a otros intereses muy diferentes de los nuestros.
Solo hace falta que Belloch y todos sus compadres, esa élite institucional que habita el olimpo de los elegidos, agucen el oido y quieran escucharle/nos.

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