lunes, 16 de enero de 2012

DETALLITOS QUE JODEN UN HUEVO


Dice la Barberá que lo del bolso de Vuitton ha sido solo un detallito. Un insignificante presente que cuesta 1.200 euros. Más de lo que gana servidora limpiando un hospital durante todo un mes. Pero claro, mis proletarios parámetros no se corresponden con los de los servidores públicos. Ni tampoco me han ofrecido nunca un "detallito" de esta clase por mirar hacia otro lado en mis actividades sindicales. Las prebendas con las que nos tientan a la clase obrera tienen otras connotaciones. Puede ser un puesto de trabajo para un pariente desempleado o un carguillo en la empresa que te garantice que vas a doblar escasamente el lomo. De cualquier forma, el pecado es el mismo. O el delito. Porque entornar la mirada para que otros trapicheen a sus anchas puede ser tan grave como hacerlo personalmente. Tengo entendido que el cohecho pasivo va sobre estos menesteres de comprar el silencio a fuerza de agasajar con detalles de cualquier naturaleza. En una conversación intervenida entre "El BIgotes" y Cándido Herrero se nos revela el mecanismo con el que funcionan estas cosas. Refiriéndose a doña Rita, los marrulleros del Gürtel apostillan: "No da nada, pero tampoco jode". Pues ya me perdonará el caballero del mostacho si disiento. Sí que jode. Y mucho. Jode a las instituciones democráticas que se degradan con la pasiva gratitud de los servidores públicos. Jode a la imagen que la ciudadanía percibe de la política que se nos muestra como un escaparate del precio justo en el que tiene mayor premio quien demuestra mejores cualidades para hacerse el tonto al latrocinio. Jode, de una manera perversamente sodomita, el poco ejemplar comportamiento que la sociedad refleja en todos sus estratos interpretando (a la imagen y semejanza de los jefes) aquella vieja máxima de que quién más alto chifla, capador. Y jode excepcionalmente la impunidad con la que mienten negando la mayor para después admitir (cuando no les queda de otra) que recibir estos "detallitos" es una práctica común en los círculos del poder. El juicio de los trajes se ha convertido en una exposición de fornicadores de lo público. En un espejo deforme al que asomarse para que, los que no son tan poderosos como ellos, sientan que es algo habitual trajinarse la honradez y la transparencia democrática a cambio de cualquier bagatela sea o no de marca. Y esto, créanme amigos, jode un huevo y gran parte del otro. Independientemente de las gónadas que nos gastemos cada uno.

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