martes, 6 de diciembre de 2011

PONGAME CUARTO Y MITAD DE CONSTITUCIÓN



A Doña Constitución le hace falta un buen repaso. La pobre arrastra desde hace años un devenir que la lleva inesorablemente a su desnaturalización o lo que es peor a que desaparezca entre remaches, parches o modificaciones hechas bajo mano, con alevosía y total desprecio a su esencia.
Aunque no es una persona, sufre de los mismos males que cualquiera de nosotros. A estas alturas y tras ya 33 años de vida, de una vida azarosa y bastante polémica, se encuentra vieja y achacosa. Ya no luce como en sus días más gloriosos y a ojos vista necesita algo más que unos remiendos que le permitan llevar con algo de dignidad sus últimos días.

Poco queda de aquella magnifica Carta Magna que durante años fue el orgullo de este país. Capaz de aunar ilusiones, esfuerzos y lo que era mejor a políticos y partidos muy diversos, conjurados todos ellos para darle a España una democracia de la que hacía años que estábamos muy necesitados.

Tras la Transición nuestra Carta Magna nos permitió avanzar hacia un país más democrático, plural, respetuoso con los derechos humanos y pleno de libertades. Qué orgullosos estábamos en aquellos primeros años de nuestra Constitución y como reaccionábamos todos a una cuando se la intentaba atacar o incluso hacer desaparecer bajo las botas siempre relucientes de algunos militares que se creían escogidos para salvar este país de las hordas marxistas.

Eran tiempos en los que llegado su día, celebrábamos la Constitución con ilusiones renovadas y ansias de que no fuera algo pasajero. Todos trabajábamos para que su espíritu nos impregnara, transformándonos en aquellos modélicos ciudadanos del norte de Europa a quienes aspirábamos a parecernos.

Hoy esa Constitución se nos ha quedado vieja, trasnochada y aunque no han pasado más que 33 años, situada ya en otro siglo, el XX, que nada tiene que ver con el que ahora vivimos. Incluso su lenguaje o su leyes poco o nada tienen que ver con lo que ahora sucede en esta España en crisis y manejada como el resto de Europa no por gobiernos elegidos en la urnas sino por mercados y mercachifles que anteponen sus intereses económicos a la viabilidad y el futuro de los países.

Hace meses que desde la ciudadanía se reclama adecuar esta Carta Magna a las necesidades reales y perentorias de este país. Movimientos sociales como el 15 M o Democracia Real Ya y con ellos otras muchas organizaciones sociales, partidos políticos, sindicatos y el ciudadano de a pie insisten en la necesidad de que las leyes que rigen este país se modifiquen para que realmente sirvan para lo que fueron creadas, es decir para servir a los ciudadanos.

El mundo evoluciona a pasos agigantados y todos incluso nuestra Constitución deben adaptarse a esos cambios. Están en cuestión  instituciones como la monarquía y la posibilidad de avanzar hacia una república ya no es una entelequia. Muchos son lo que claman por la reforma o incluso la desaparición del Senado o las Diputaciones. Y desde muchas instancias se insiste en la necesidad de un estado verdaderamente laico. La organización territorial o el mismo título 8º, que desarrolla el estado de las autonomías también se cuestiona. Catalanes y vascos reclaman estatutos que puedan ser gestionados con más cuotas de autonomía, ampliando las competencias y la administración tributaria en estas comunidades que aspiran a que camine hacia la gestión total de impuestos como el IRPF, IVA o impuestos especiales.

Hasta este verano se nos había dicho que la Carta Magna era intocable, pero solo ha sido necesaria una llamada de atención de Merkel y Sarkozy para que los dos partidos que se reparten el gobierno de este país como si fuera territorio de bandas, sin consultar con el pueblo, modificaran esa Constitución.

La crisis en la que naufragamos desde hacer ya varios años ha dado la puntilla a la pobre y vapuleada señora. Se la puede modificar, solo hace falta que desde Europa y sus mercados nos lo exijan y eso que este imperativo no esta contemplado entre sus leyes. Estamos en época de mudanza, solo hay que ver como cambian los gobiernos al dictado de los mercados.

Antes de que desde otros ámbitos extraños a este país, con métodos poco democráticos se cambie esta Constitución, es necesario transformarla. Rehacerla en aquellos títulos que se han quedado caducos, aprovechar para introducir los cambios que esta sociedad pide. Volver a darle el lustre que los años le han restado.  Y pese a algunas voces discordantes que la ponen incluso en cuestión,  hasta la fecha no hay otra forma mejor de gobierno para éste o cualquier otro país.

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