sábado, 22 de octubre de 2011

VENENO PARA GARZÓN


Son muchos los heroes que se han jugado la vida para erradicar a la banda de pistoleros que sembró de cadáveres el país durante cuarenta años. Algunos forman parte de ese coro de víctimas que nos recuerdan que la memoria de una nación debe permanecer viva en homenaje al sacrificio de los inocentes pero, sobre todo, para evitar que se vuelvan a escribir páginas tan negras en nuestra historia. Los demócratas celebramos hoy el fin del grupo terrorista. Ninguna idea, por muy noble que se precie, puede ser defendida sembrando un reguero de muerte y violencia entre la población. Eso es puro fascismo. Como lo fué el crímen legalizado contra miles de españoles durante la dictadura franquista. Los falangistas que ejecutaban aleatoriamente a nuestro pueblo o ese Caudillo que por la gracia de un dios terrible firmaba sentencias de muerte mientras sesteaba también fueron terroristas. Así lo entendió el juez Garzón que perseguía y encarcelaba a los etarras con el mismo ahinco que intentó que los crímenes del franquismo no quedaran impunes. Durante el 2008 se descubrió un plan de ETA para envenenar al polémico juez. Pero no fue hasta el 2010, en medio de su cruzada para la recuperación de la memoria histórica, cuando la ponzoña de los nostálgicos de los otros terroristas consiguió neutralizarlo. Una sociedad que intenta liberarse del horror no debe olvidar a las víctimas. A ninguna, venga de donde venga el brazo ejecutor. Garzón, con todo su polémico bagaje, es uno de esos heroes que han contribuido a silenciar la amenaza de las armas y los explosivos. Resulta vergonzoso que se le criminalizara por querer desenterrar la dignidad de los represaliados durante la dictadura. Y es que a veces el veneno de los asesinos tiene efecto a muy largo recorrido.

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