miércoles, 6 de julio de 2011

RESPÉTAME Y TENDRÁS MI RESPETO


Hay un viejo refrán que dice: "Cuando los que mandan lo hacen sin vergüenza, los que obedecen lo hacen sin respeto". Rajoy debería tenerlo en cuenta. Sobre todo al sugerir que se inculque a los niños el respeto a los empresarios en la asignatura de educación a la ciudadanía. El respeto se gana ejercitando el respeto. Partiendo de esta premisa, cualquier individuo que quiera ser respetado debe tratar al prójimo como pretende ser tratado. El problema es que para algunos empresarios, más de los deseables, es imposible identificar a sus trabajadores como prójimos y, por ende, merecedores de la misma consideración a la que aspiran. Es cierto que gracias a la labor de los más emprendedores se consigue crear empleo. Pero no es menos cierto que sin una mano de obra comprometida y responsable los dueños de las empresas no podrían solitos sacar adelante sus negocios. Luego, es fácil deducir que este sentimiento debe ser recíproco. Y no parece muy respetuoso por parte de la patronal la exigencia en los recortes de los derechos laborales, la destrucción de los convenios colectivos, los contratos esclavistas, la barra libre para despedir, los salarios miserables o la discriminación de sueldos en función del sexo. Tampoco lo es rebajar las cotizaciones empresariales o amenazar con que, si no se cumplen sus demandas, deslocalizarán el garito hacia otros lares donde los obreros sean más dóciles y temerosos del dios-patrón que en este país de proletarios insolentes. Eso es chantaje que, a mi modesto entender, poco o nada tiene que ver con el respeto. No puedo evitar establecer una comparación entre la propuesta de Rajoy y la del iracundo dios del antiguo Testamento. Ambos buscan el amor de sus súbditos o empleados esgrimiendo la amenaza del infierno. El del INEM en la tierra o el de Pedro Botero en los avernos. Si no obtienen nuestra incondicional sumisión nos castigan con un ERE o un diluvio que nos haga ser más razonables. Estos son métodos clásicos de celebres empresarios como Al Capone y "respetados" dictadores como Franco. Sembrar el terror para que se acaten sus normas puede ser un instrumento amoral y feo, pero históricamente práctico para sus intereses. Yo le sugiero a Rajoy otra propuesta. Una asignatura que sea obligatoria para todos los miembros de la flamante CEOE. Algo que podría titularse como: "Los trabajadores también son seres humanos y merecen una vida digna". Quizás, si se lograra inocular estos principios entre los tiernos infantes que serán patronos el día de mañana, la sociedad sería un pelín más justa de lo que es ahora. Pero seguro que entonces, en los colegios privados, se multiplicarían como hongos los objetores de conciencia.

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